Ok, me veré presumido y no me importa.
Este es un texto que Fito Páez. Se titula "Dirigir, escribir, actuar" y es de verdad, increíble.
...y se los tendré que compartir, quien te manda a enseñarme esto.
Ojala a ustedes igual les fascine.
Actuar es un don que la existencia nos regala al nacer.
Dirigir, podría ser aquello por lo que cualquier mediocre podría manejar una locomotora sin conocer su rumbo y por supuesto, no saber nada de su íntimo funcionamiento y hacerte creer que sabe a dónde va... con excepciones, por supuesto.
Ahora, escribir, vamos, es otra cosa. Nadie en este punto se puede hacer el gracioso. Podés andar presumiendo de cualquier cosa por ahí, menos de saber escribir. Es la búsqueda del sentido preciso, donde la duda no existe. Aquel escritor que se atreva a poner algo en duda, debe tener argumentos sólidos que vayan en direcciones contrarias para así crear su propia dialéctica y establecer los rigores de su obra.
Lo pesado es llegar a éstos... a éstos, los grandes escritores. Y es que inevitablemente hay que convivir con ellos. El relato esencial de mono-mono, de tú a tú -se decía en mi barrio-, sigue siendo la mejor forma de escribir. Claridad y precisión en el nombramiento de las palabras, de las ideas.
Dirigir. Me voy a detener en una anécdota... a veces uno tiene la suerte de conocer a gente que admira y seguir amándola ya no solo como "fan". Este es el caso de uno de mis compañeros de ruta con quien discutimos sobre este respecto.
En una tardía borrachera, una noche en su casa, planteé esta situación: cuando no se puede resolver una situación actoral entre uno, dos o más actores o actrices desde el texto, hay que apelar a las reacciones animales. Al estudio de las reacciones animales en su ámbito.
Esto fue materia de discusión por un buen rato de la noche y por suerte alguna broma disipó lo que pudiera haber sido un encontronazo entre un sabio del cine y un recién llegado a la materia. Todo terminó con un amigo mío, maestro, introduciéndome en un taxi, llevándome en cuatro patas, al arrastre, debido a mi extraordinaria borrachera, pero siempre -y con los más amigos, más la vida se vuelve preciosa-.
No sabía exactamente por qué discutía cuestiones sobre las cuales tampoco tenía mucha idea, pero había algo que a pesar de mi desvarío etílico me hizo confiar en lo que decía.
Fue la próxima tarde cuando mi amigo -gran cineasta argentino- me levanta con un poderoso timbrazo telefónico y me dice: sí, tenés razón. Muy lejos de envanecerme mi maestro me demostró qué tan rápido se puede volver de cualquier cosa. Me enseñó todo, otra vez: que sí, que no, que sí, que no, y al final la parte que los otros verán: que sí o que no...
Actuar. Veo crecer a mis hijos y ya veo que hacen todo mejor que yo. Cuando te creés un escritor, vienen ellos, y todo lo que vos organizaste entre 30 o 40 años, incluyendo el tiempo en el que fuiste padre o madre, te lo ordenan o habitualmente, te lo tiran todo por la borda.
Cuando creés que dirigís, dirigen ellos, porque no creen en vos como director, creen en vos como padre, y te hacen padre. "Todo para mí"...
Esta actitud es de una contundencia irrefutable porque contiene todo lo que una actriz o un actor necesita, que es afirmarse sobre los puntos de vista de su personaje para hacerlo brillar, incluso en sus contradicciones.
"The big fish", la película de Tim Burton, alumbra sobre la posibilidad de un padre delirante y amoroso, incomprendido por su hijo que lleva hasta el final la idea de la fantasía en forma de cuento, como su única realidad contable hacia su vástago, actuando una vida que no tuvo en verdad. Pero a la manera de Garcilaso de la Vega, impone la certeza de que la vida es sueño.
Este tipo de actuación es memorable por el rigor con el que padre relata los hechos de una vida ajena y paralela sin entrar en los rigores sicoanalíticos ligados a las patologías de la maldad o la bondad.
La actuación es la única manera de poner en escena la cantidad de vidas que vivimos en paralelo con nuestra vida burguesa, y entonces se transforma en el gran método para liberar fuerzas aparentemente desconocidas, pero nunca, más reales, que nos transforman en otros muñecos a quienes también adoramos pero no dejamos salir a la calle por miedo a la pérdida de lo que creemos es nuestro "mundo real".
"Actuar para vivir", dije en algún momento, sin tener dimensión del significado real de estas palabras que hoy, me son imprescindibles para llevar la vida que llevo. No se necesita un escenario: todo es escenario...
Dios. Más allá de la podredumbre corporativa mundial quiero que mis hijos puedan sentir y pensar fuera de la máquina. Quiero que tengan preguntas más inteligentes que las que yo tuve. Quiero que sean mejores que yo... ningún padre se siente orgulloso si sus hijos no lo superan.
Esto no es una entelequia. Es la aspiración certera sobre la cual los hombres y las mujeres les pasamos lo que sabemos a las personas que amamos. Y también pensar en un Dios 'boleado', que no tiene respuestas, que no sabe qué hacer con todo esto y que se parece mucho a nosotros.
Un Dios real que podamos palpar, incluso con plegarias. En todas las religiones será nuestro Dios el que brille aquí y allá. Después de Nietzsche y el existencialismo; después de los genocidios y todas las decepciones quiero a Dios para mis hijos... especulación sobre especulación. Sí, los ateos solos se la pierden. Son malos jugadores porque saben que van a perder.
Los jugadores de verdad queremos ganar siempre, y no hay nada que nos detenga. Lo más inquietante es que nada de todo esto se puede probar y ahí radica su encanto.
Toda esta filosofía barata, como del huevo y la serpiente que se muerde la cola... pero así y todo el final de los tiempos, mujeres y hombres seguirán escribiendo, actuando y sobre todo intentando dirigir algo que aún no conocen pero intuyen que los conducirá a un mundo mejor.
No tengo años para pensar así. Pienso. Y nada en el mundo me indica que las cosas vayan a mejorar.
Entonces Dios escribe, dirige y actúa.
Nosotros también...
FITO PÁEZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario