Desgracia (Steve Jacobs, 2009) es una cinta basada en la novela del mismo nombre del Premio Nobel J.M. Coetze. Si la novela es de una aridez profunda, la cinta no se escapa del mismo tono, en dos horas, Jacobs logra retratar la escencia y los paisajes del texto que narra la historia de un profesor voraz en lo sexual, fino en la lejanía de los lazos afectivos.
La cinta se divide en dos partes claras y complemetarias, la primera es el ambiente frío y lluvioso de Ciudad del Cabo, vertiginosa, llena de vorágine, como el propio David Laurie (un excelente John Malkovich), la segunda es una cinta yerma, como el árido paisaje donde vive Lucy, la solitaria y lesbiana hija de Laurie.
Desgracia logra trasladar ese sentimiento por todos conocido, la desgracia del alma, la falta de apego, donde la violación y la violencia son actos cotidianos, casi culturales, de un país convulso que aún no reconcilia en lo social un apartheid interno. Lucy, un personaje complejo sufre una desgracia doble, un ultraje físico y un ultraje sentimiental al reencontrarse con su padre al que ve cual depredador machista como quienes han abusado de ella.
Sin caer en sentimentalismos baratos, Desgracia refleja ese nudo emocional que no sale del pecho, el rencor que anida en el alma, que es mudo pero emana por los poros. El perdpon como acto de redención, la culpa como catalizador del reconocimiento de la propia mierda interna.
Muy buena adaptación de un texto que se antojaba imposible de trasladar en cine, que omite pasajes puntuales para entender la complejidad de Lucy, de Laurie, pero deja claro que a veces las desgracias sólo son pantallas donde se reflejan la pobedumbre interna, la falta de palabras, gestos, para expresar cuándo la vida aprieta demasiado.
Imperdonable no verla.
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