SCREAM 4. DIR. WES CRAVEN (USA. 2011)
11 años exactamente ha pasado de aquellos 10 minutos que marcaron la historia del cine y que revitalizaron el terror y que a su vez, fue la muerte -MAGISTRAL- de Drew Barrymore en pantalla, la reivindicación del slasher de los años 90.
La saga contínua para las nuevas generaciones a quienes Wes Craven introduce en esta cuarta entrega. De nuevo Sid Prescott, la eterna sobreviviente (más grande que Linda Blair, Jamie Lee Curtis o Mia Farrow -la misma cinta se mofa de este atrevimiento/referencia) tendrá que enfrentarse con el asesino Ghostface quien se ha modernizado, y se ha adaptado a la iGeneration, por lo que en esta onda de la web 2.0, él es quien ahora produce los contenidos: graba sus asesinatos, esto es, Ghostface hace la película. Más iLikes, más fans.
La historia versa sobre el regreso de Sidney a Woodsboro, que coincide con una nueva serie de muertes idénticas, atribuidas a un descuartizador que sigue la tradición del disfraz negro y la máscara blanca. Esta ola de matanza sólo puede ser buena noticia para Gale Weathers (Courteney Cox), la reportera de televisión que alcanzó la fama resolviendo los crímenes de Ghostface, también escribió un libro y justo ahora está corta de inspiración para escribir otro. Gale se siente capaz de volver a encontrar al asesino. Sabe que para rastraerlo y conocer sus reglas es cuestión de revisar la actual fórmula en el cine de descuartizadores.
El guión es ingenioso ya que se refiere a si mismo, y mejor áun esta plagado de guiños y bromas a la trilogía que le precede. Sin embargo, el guión eje de la cinta funciona por la mera nostalgia de quienes disfritamos del género y ansiabamos ver a la pobre Sid, la astuta Gale y el inepto Dewey en acción again.
Inteligente también resulta la crítica a los medios de comunicación modernos, que en busca de rating subliman la violencia real –televisando linchamientos, persecuciones o ensalzando asesinatos–, en tanto que condenan historias de ficción cinematográfica, siendo que el verdadero cáncer surge de la sociedad misma y no del cine.
En suma, Crave y Williamson vuelve a entregar una cinta con grandes dosis de autoreferencias, que como la primer entrega, es una entretenida revisión del género. Sienta las bases para lo que podía ser una nueva trilogía. Aunque...justo podría decirse que Craven cierra su historia justo como empieza.
No hay razón para no verla. Yo la disfruté como sacerdote a infante.
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