Aunque nos hicieron esperar caso dos horas (raro) el setlist fue increíble. Lo malo, la espera, la bebida gratis (un vodka que parece salió de tetrapack) y el sonido, que si bien no fue del todo malo, La Capilla es la inmensa nave de una iglesia abandonada y ahora recuperada para conciertos. Obvio que el sonido se dispersó muy cabrón y rebotaba por todos lados.
Aún así la potencia de estos hipocampos, regocijó el alma, al menos la mía.
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