miércoles, 27 de enero de 2010

Dimitris Yeros

Por una Definición del Desnudo es un libro que recopila la serie fotográfica del mismo nombre cuyo autor es Dimitris Yeros. En su serie podemos ver al cuerpo humano como el elemento principal de escenas que nos remiten a bodegones, dándole así un tratamiento más bien objetual. La serie de repente es un poco inconstante en cuanto a lo formal, lo que hace que algunas nos fascinen y otras sólo  gusten






Demagogos Televisos



Hoy mi amiga Fabiola me preguntó que es lo que pensaba del Caso Cabañas, porque hasta eso, ya tiene un" tag" (que ese no era otro caso?) Así que reflexioné sobre ello porque la verdad ya estoy hasta la madre de esto, como de Haití, como de la mamá de Lucero, como de Esteban Arce y de tantos hechos que se vuelven fenómenos mediáticos.



Sinceramente creo que un felatio mal ejecutado o algo muy grave debía este señor para que le propinaran un tiro de gracia. Cuando una persona es baleada en pedas, por viejas o por desmadre de alcohol generalmente se lleva un balazo en la panza o en el pecho, pero no en la cabeza, y esto lo sé por experiencia, no porque me hayan baleado sino porque he visto en infinidad de cantinas arrabaleras a weyes baleados, tazajeados, picados, etc... 


A este wey se lo querían despechar bien y directo, cosa que no me espanta. Lo que si, es la campaña que emprende Televisa a través de sus demagogos como López-Dóriga y Loret de Mola (quienes por cierto, aprovechan el alto raiting de sus noticieros) que buscan ya no quien se las hizo, sino quien se las pague, me explico?


Ayer escuché a Loret de Mola, amenazar, si amenazar al delegado de Álvaro Obregón, le preguntaba sobre si el problema, el delegado, ingenuo o tonto se puso de pechito, y Loret de Mola le suelta su mala leche tramposa: SIEMPRE que se dan este tipo de casos, las primeras cabezas que ruedan son de los delegados. Se siente seguro con su cargo? con su desempeño?


Como si este señor tuviese la culpa! jajajajaja, que risa, la neta.Todo con tal de volver MÁRTIR al refugiado este. 


Esta regia campaña de quien nos la paga ya llegó a un descaro, a un cinismo increíble. Quién es Mola para emitir amenazas y juicios en la tele? Joder, que aires de inmunidad se dan estos líderes de opinión!! y lo peor: no he leído a ningún periodista o medio que analice, señale o exhiba el tratamiento y tinte que esta marcando Televisa sobre el caso. 


Elevarlo a calidad de ídolo y mártir, victima de la corrupción de las autoridades... chinga, no es el único! pero bueno, al final el wey es nota, se vende y se explota. 


Desgraciadamente los periodistas también se ven maniatados por líneas editoriales, negocios entre dueños de medios y políticos, parentesco entre estos, amoríos, intereses de todo tipo, y sobre todo, muchos otros por necesidad. 


Afortunadamente tenemos esto, las redes sociales donde se puede discutir estos temas y otros de mayor jerarquía, pero creo que justo esta efervescencia en las redes, es la que deben de aprovechar sociedad y medios, subir estas discusiones a la agenda. 


Creo que la falta de espacios de discusión de la opinión pública (lo que eso sea, claro no explicaré a Habermas ahora) es un pedo atorado, tanto, que genera tanta incredulidad y desconfianza en los medios, porque ojo, tendrán un chingo de raiting o tiraje, o millones de vistas, pero eso que sea la opinión pública no es pendeja, nunca.


Así que venga, convoco a que todos a


a usar tu pluma en favor del pueblo
a escuchar al estreñido social
al incrédulo de la verdad mediatizada
al que no tiene rostro
y por eso usa pasamontañas
al que no tiene identidad porque no es Cabañas
al que no tiene voz pero si twitter
a mi, a todos


Gracias!

domingo, 24 de enero de 2010

Make a Connection?



Up in the Air (Jason Reitman, 2009) es la nueva cinta del director de la polémica Juno y debo confesar que es una cinta que efectivamente tiende a ser un clásico contemporáneo. 


La cinta, basada en el texto del mismo nombre, y cuenta la experiencia de Ryan Bingham (George Clooney) un especialista en recortes financieros y consumado viajante de negocios moderno que después de pasar años literalmente en al aire, pronto se ve forzado por circunstancias familiares y empuje de nuevas generaciones, a tocar tierra.


No contaré demasiado sobre la historia, sino sobre lo fuerte que me pegó en el sentido ontológico de la pertenencia: el de asirse a alguien o algo que te de referencia de lo que eres. En la cinta, Ryan lleva su vida en el aire, su familia son los pilotos, aeromozas y recepcionistas; su casa son los hoteles, los espacios entre asientos, los aviones y aeropuertos; su diversión son las membresías de cliente frecuente; su sentido de vida: acumular millones de millas.


De vez en cuando Ryan baja a tierra para hablar sobre la levedad de la vida, una levedad cómoda, no cagar con nada en tu maleta-mundo-de-vida, una maleta que no debería ser trastocada por nada ni nadie, pero como la vida es OGT y nos baja a bofetadas de los aires. Ryan logra una conexión, se percata de la dinámica terrestre del vínculo, del asentamiento... y se cuestiona.


Ryan comprende -en parte- la insistencia del vínculo-referencia, del PESO, y como esto motiva la vida  de los suyos a los que alejó, y de los ajenos a quienes despide. Y justo cuando Ryan como muchos de nostros estamos interesados y dispuestos a dejar las conexiones efímeras entre escalas y destinos, surge lo hermoso y a la vez, mierda:  el destino, la vida o dios, quien sea o lo que sea, nos demuestra para quienes somo leves, que ibamos por el camieno correcto. 


La vuelta en U que experiementa Ryan, es un dolor en los hombros, en el alma, son miles de preguntas sin responder que no se encuentran en ningún manual, es una escala con gente que pretende ser todo lo que aspiras -aunque realmente no aspires a nada-, es una aterrizaje forzoso en ambientes dejados atrás, en escuelas y recuerdos del vil mudo terrenal al que se ha renunciado por convicción, al que efectivamente se regresa, sólo sí cuentas con un seguro de gastos médicos, un save pass, y este puede ser una terjeta de millas o un personaje igual que tu de liviano. 


Pero como cualquier aterrizaje forzoso es en esencia algo doloso y doloroso resulta que efectivamente para quienes tienen una vida miserable y lineal, Ryan resulta ser un mero paréntesis porque se ha decidido por la levedad, Los leves encontramos el vínculo más fuerte del universo: el ser feliz contigo mismo, con lo que haces, con tu no-cargar-de más, con ser y dejar ser.


Cuando en la cinta, las mujeres exponen sus perfiles de pareja, enlistan una serie de cualidades o requisitos desde distintas perspectivas, Ryan no enuncia nada porque no hay porque pedir ya que todo se da en cuanto dejamos que todo fluya. Si se le cuestiona en donde se asentará, y no hay nada a que asirse, es porque Ryan como muchos, no somos lo que tenemos.


Con la edad, los requisitos se diluyen y las expectativas efectivamente rayan en el conformismo y la mediocridad es un línea muy delgada, dócil. Lo interesante es ubicar los targets y las metodologías para hacer lo que más quieres, si lo haces solo es maravilloso, si lo haces acompañado, igual.


Romper con los estereotipos y canones universales del vínculo es algo difícil de comprender, interioriorizarlos aún más, vivir o morir sólo puede ser una desgracia o una tragedia, puede ser un peso o una levedad, pero no deja de ser una realidad. Sea cual sea, siempre depende de cada viajero, si somos meros turistas o leales y frecuentes  vivientes de experiencias,  el punto es al final, como Ryan plantarse ante el wall de arribos y llegadas, soltar la maleta y de nuevo estar Up in the Air...


PD: Excelentes actuaciones de los protagonistas, Clooney y Kendrick recrean unos personajes memorables, y la dirección impecable, con un guión difícil y el soundtrack, enorme ya que abre Sharon Jones.

Cuento: El Tren de los Hambrientos


Otro cuento de mí autoría, hace años atrás


El tren de los hambrientos
Por El Barón Rampante




Donde los caminos se trifurcan…

Las cosas son en esencia, iguales a quienes pertenecen. Los usuarios arriban a la estación como dicta su rutina. Entre la masa común y corriente -como la estación misma- dos jóvenes destacan a la vista por su percha. No denotan un estatus más elevado que los separe significativamente del lugar, no es su ropa, no es su “estilo”, ni la moda, ni mucho menos el habla, es simplemente su actitud.

Ambos, cogidos por la mano, se ven sonrientes. Mirando a todos pero concentrados en su plática caminan erguidos, orgullosos con paso firme por los pasillos del subterráneo como solo lo hiciera un chauvinista por Les Champs Eliseé en un día de invierno. No lo saben, pero con esa actitud desafían el código de mediocridad consensuado por la masa de usuarios. Ese código que se reafirma cuando caminando por estos mismos  pasillos, hombres y mujeres se ven por una fracción de segundo. La mirada a penas roza la del otro pero ello basta para confirmar que viajan, unos y otros, con la misma indiferencia y en la misma calidad, ya sea de miseria, de pobreza o simplemente de bajeza humana.

Carmen y Manuel, desconocen este pacto social porque simplemente no les importa, les es indiferente, no es parte de su vida cotidiana, de su mundo de vida, de su realidad. Hoy el padre de Manuel ha tomado el Passat, lo que lo obligó a viajar con Carmen en el subterráneo. Ellos no pertenecen a esta clase baja, pero tampoco son ricos, más bien pertenecen a una clase media, bien acomodada que siempre pueden ir de vacaciones a Valle o Tepozotlán cada fin de semestre. Carmen presumirá el viajar en el subterráneo como una “interesante experiencia sociológica” con sus amigos de la Facultad de Políticas en alguna platica llena de buenas intenciones por cambiar al mundo, o en alguna clase donde excelentes argumentos serán lengua muerta.  

Carmen estudia Sociología sólo por llevarle la contra a su madre, quien deseaba verla convertida en una excelente abogada, pero a Carmen no le interesa defender nada que no sea sus caprichos con uñas y dientes. “El mundo debe ser cambiado por los jóvenes, debe ser revolucionado por ellos, defender lo que nosotros no pudimos” explica la madre, fracasada activista política que dejó la causa revolucionaria el día que conoció a su esposo, un hombre 20 años mayor que ella, que le hizo olvidar al Ché y dejó el “Hasta la Victoria Siempre” por el “Siempre Palacio, nena.

Carmen claro que concuerda con esta idea: ella pretende hacer la revolución con el dinero de papá.

Mientras bajan las enormes escaleras hacia los andadores del subterráneo, Manuel le recuerda a Carmen el día que se conocieron. El 03 de enero, Manuel tomaba un café express en el Starbuck´s de Reforma, justo frente a la embajada de Estados Unidos. Esperaba allí a “El Lagarto”, a Daniel y a Joss. Esta última fue bautizada como Josefina por el párroco de la Iglesia de la Providencia, pero Josefina no era un nombre nice para un chica que se codearía con la cremé de la cremé de la Facultad de Economía. Esa tarde Manuel llevaba los stickers, los cuales serían sólo distribuidos entre la gente del contingente. “Debemos pegarlos en cada parabrisas, defensa, árbol o poste que encontremos a nuestro paso” (Daniel) “No, eso es para nacos, la protesta no implica dañar cosas que no son nuestras, además ¿Tú crees que sale barato el papel, Dany?” (Manuel). Ante lo anterior los otros hicieron mutis.

“Ese día parecías acarreado. Me cagué de risa con eso que gritabas en el altavoz Codo con codo, hombro con hombro, el pueblo somos todos.” Recordó Carmen. -Ella había planeado la organización del contingente de Sociología, había negociado con líderes de las demás carreras el lugar que ocuparían los sociólogos en la marcha y además había logrado incluirse en la lista de oradores que hablarían al micrófono-. “Llevabas esa blusa color marrón que te resaltaban las nenas, te veía bien chiquitababe.” (Manuel) “Ahhh, si. Ya la tiré, era de un satín muy barato.” (Carmen)
A ambos les gusta destacar cueste lo que cueste. No importó que Norma haya escrito el discurso que Carmen dio o que Daniel haya estado en la lista de oradores y no Manuel. Y es que el que no se ve, no existe.

En el andén dirección Universidad, un joven. No más de 23 no menos de 19, delgado, bien parecido, destaca de entre la masa, no por su ropa, su buen ver o su percha demasiado seria para un joven de su edad. Destaca por su marcada y franca indiferencia.  Contrario a Manuel y Carmen, Jeromé no se sabe destacado, es más, quisiera que no ser visto -no porque el mundo le resulte un peso o lo embargue una profunda desconfianza en sí mismo como suele pensarse- él solo desprecia todo lo que brilla, todo lo que luce, todo lo que se ve.

Marcuse engalana las manos de Jeromé y nutre su mente mientras espera el tren. Está recargado sobre la pared con una mano en el bolsillo izquierdo mientras que con la derecha sostiene a Marcuse como si fuese una mascota parlante. Por un momento, a los ojos de la pareja Jeromé no existe, como no existen los demás porque no destacan. Pero sólo por un momento. Manuel juguetea con Carmen cariñosamente hasta que logra abrazarla y darle un par de vueltas lo que hace que los ojos de Carmen se fijen en Jeromé por encima de los hombros de Manuel. Pero la mascota de papel engomado y encuadernado en 1972, hace que Jeromé no sienta el peso de una mirada. Jeromé siente que nadie lo ve, porque él no quiere ver a nadie, y alguien que no quiere ser encontrado, efectivamente no lo será.

Pero la pareja brilla tanto que deslumbra y pronto la cabeza de Jeromé girará por un breve momento hacia ellos. Carmen se ha quedado callada, Manuel la sostiene por los codos. “¿Qué?” (Manuel) “No me ha visto…”(Carmen) señalando con la cabeza a Jeromé. Ambos ahora miran al chico, de pronto una sutil ráfaga de interés y de adrenalina corre por el cuerpo de Carmen. Manuel ha dejado de ver a Jeromé y ve ahora a Carmen quien aun no ha dejado de verle. Jeromé gira su cabeza por una fracción de segundo. Una desgracia.

En ese instante la mirada de los tres se cruza, pero no se comparte el mismo código de los usuarios de la estación, lo cual los delata y dos o tres personas que cruzan entre ellos, atienden esta discordancia en el ambiente.

Jeromé retorna a su lectura, pero la mascota parlante se convertido en un mar de letras infinitas y sin sentido. Marcuse se ha disuelto anta la realidad. Carmen voltea a ver a Manuel. “Es extraño ese wey, ¿no?” (Carmen) “Algo. Medio mamón. Es como si le valiera madres el mundo, es como esos weyes que creen que son bien chingones y en clase siempre te preguntan: ¿Si me explico?” (Manuel). “Tú dices lo mismo Manuel, además, no se ve mamón, creo que si la vale madres el mundo, pero a su manera. ¿A quién no le vale? ¿A poco a ti no te vale?” (Carmen)

Jeromé no ha podido continuar con su lectura, cierra el libro y mira fijamente hacia enfrente tratando de recordar que estaba leyendo. Manuel se ha percatado de ello y Carmen también. Esta vez, ambos en silencio se que quedan mirándole. ¿Será que quiso ser descubierto por ellos? ¿Será que deseó que ellos lo vieran? Para Jeromé, la mirada es como carta de presentación…al menos la suya sólo sería para aquellos, quienes a su juicio, la merecen. No una vieja gorda con bolsas y niños apartando los asientos antes de que el subterráneo apenas abra sus puertas o a los estúpidos viejos o minusválidos que aprovechan su calidad para obtener ciertos beneficios, menos aún para la estúpida pareja de enamoradizos que alguna vez viene frente a ti, dándose arrumacos innecesarios. Pero tampoco sería para el par de soberbios pequeños burgueses que ahora le están mirando.

Jeromé contesta la mirada y un río de nervios le recorre desde la cien hasta los tobillos. “Te gusta.” (Manuel) “No, digas estupideces, no empieces a chingar.” (Carmen). Carmen se voltea cabizbaja, un remolino de pensamiento le azotan ahora. No le importó que Manuel supiera que el joven le había gustado, sino que la ha descubierto. Hasta ese entonces Manuel era perfecto porque nunca se había avocado en descubrir que es lo que Carmen quiere o guarda, al menos eso es lo que ella percibía.

A Carmen no le importa ser entendida sino respetada. Se propone que nadie, nunca sepa que es lo que quiere, que es lo que ansía, de esa forma era libre de no dar explicaciones a nadie, no crea con ello ataduras de afecto, inclusive con su madre, su padre o sus amigas. El hambre de Carmen es no sentirse atada a lo demás, ser impredecible, lo que para ella significa libre. 

En sus adentros, Manuel dibujó una sonrisa. Encontrar lo que un ser impredecible puede desear es tan difícil como encontrar lo que un insensible puede llegar a decir en momentos cruciales. Manuel es de esta fauna. Se alegra no por Carmen, sino por él. Que Carmen se sienta atraída por alguien mas es lo menos, él la había descubierto. Aquello que había tratado lograr y de hacerle ver, lo había logrado en las entrañas de la ciudad. Allí, entre los menos, a lo que Manuel alcanzo a decir en voz alta para sí: “La magia de los menos.”

Jeromé escucho esto y no pudo no sentirse aludido. ¿Era un descalificativo? ¿Una evaluación pequeño burguesa sobre su condición? En lo absoluto, Manuel no lo califica personalmente, califica el entorno, su ambiente. Sin embargo, esto solo lo sabe él y sin saberlo ha empujado a Carmen en una perfecta sincronización ideática con Jeromé.

            Carmen ve por un instante con desagrado a Manuel, lo que a este le extraña pues considera que se ha dado a entender perfectamente. Jeromé decide hacer caso omiso al comentario y recurre a su ejercicio anterior. Pronto la mirada de ambos, de nuevo sobre él. Voltea y nota algo distinto: ambos le sonríen con timidez. Las razones son distintas, mientas Manuel intenta disculparse, pues ha comprendido lo que pudo causar con su pensamiento en voz alta, Carmen planea ligarse al chico en la narices de Manuel. No por venganza, pues considera que Manuel firmó su carta de despedida en el momento que se atrevió a descubrirla, a dejarla expuesta. Jeromé confirma que, paradójicamente estos dos hijos de papi, son los indicados para dejarse encontrar.

            El viento que usualmente sirve de avanzada anunciado el próximo arribo del tren, golpea la cara de Manuel revolviéndole el pelo. En ese instante, como si un halo de luz le llegase de las entrañas de la tierra le hace Carmen comprenda que no pude despachar a Manuel tan livianamente. Tiene que dolerle, como a ella le dolió. “Quiero coger con él” (Carmen) “¿Qué? ¡Estas pendeja! ¿Cómo se te ocurre? Eres mal pedo.” (Manuel) “Lo estoy diciendo en serio, ese wey me pasa con o sin ti y sólo te lo estoy anunciando.” (Carmen) “Carmen, yo debería ser quien se enoje aquí. No me ha importado que ese tipo te guste, pero hay una distancia muy grande en que te guste y otra…” (Manuel) “¿En que quiera acostarme con él? No, para mí ya no es diferencia, ya terminamos.”

Cruzó por la mente de Manuel una sola y fuerte idea en forma de pregunta. ¿Qué es lo que quería de Carmen y porqué ella? Y entendió. Manuel tiene hambruna por Carmen, tiene hambre por una complicidad. Sí, para Manuel, Carmen era todo lo que hasta en ese entonces había podido entender y vivir como amor. Para Manuel, amor es compartir. Manuel quería ser cómplice de lo que Carme odia, de lo que anhela, de lo que es. Manuel quiere que Carmen lo ame como ama todo lo que desea. Manuel entiende amor como querer todo lo que Carmen quiere.

Compártelo. (Manuel) ¡No, mames! ¿Qué? (Carmen). Llega el tren, pero aún no llega hasta donde ellos. Manuel en un movimiento rápido se acerca a Jeromé. ¡Hola! Mi novia y yo hemos notado que te gusta Marcuse y nos preguntábamos que si tienes algo de tiempo y si no te importa, podríamos platicar un poco sobre ello. Ambos vamos a la Universidad y la neta pocos leen a Marcuse. ¿Qué dices? (Manuel) ehhh, quizá, bueno la verdad esto es raro… pero si quieren. (Jeromé, no dejando la indeferencia ante todo, que lo caracteriza, accede más como haciendo un favor).

Las puertas del vagón DM-3347 se abren ante los tres. Dentro, Carmen llena de nervios y con una mirada fugaz de odio, pregunta al aire ¿Y a dónde iremos? Al Lobo Estepario. (Manuel) Jeromé, quien se ha dado cuenta de la tensión entre los tres, propone, por primera vez en su vida, introducirse por si mismo ante dos extraños. Soy Jeromé,  el Lobo Estepario me parece aburrido… al Río Plata iremos ¿Les parece? Bueno, ya lo has decidido… (Carmen) ¿Y ustedes tienen algún nombre o le llamo como me plazca? (Jeromé) Jajajajaja, lo siento. Yo soy Manuel y ella es mi novia Carmen. (Manuel)


Jeromé más que hambriento por amar, tiene sed y bebe hasta que siente que alcohol le quema las ganas. Es un paria del universo del afecto humano, pues en su afán de amar sin complejidades y con entrega, aleja. Amar por amar es atrofiar elsentido del amor, aunque el sentimiento prevalezca.

En el Río Plata, Marcuse se olvida a los pocos minutos, y poco a poco los temas propios de universitarios llenan la mesa, destapan las cervezas, prenden los interminables cigarrillos. La guerra como manifestación de incivilidad humana, la democracia como paradigma posmoderno, la política vista en su falta de inclusión y diálogo, el papel del universitario en el mundo como yelmo comprado gratuitamente, las películas como relatos del mundo, los libros como memoria, el alcohol como bendición, el sexo como pasión, el amor como proceso de apendejamiento lento pero gozoso, pero sobre todo, se discuten de la libertad y del hambre, la primera como catalizador desconocido y la segunda, que lo motiva todo.

El reloj avanza como su naturaleza dicta, y los tres sin tocarse, sin hablar, sin preguntarse, han entendido a la perfección la dinámica de la noche. Manuel pide la cuenta. Carmen va al baño y Jeromé no dice nada, sus ojos se centran la botella de su cerveza. Manuel lo observa y piensa por primera vez, después de cinco horas, que en breve alguno de los dos estará encima del otro, a petición de Carmen o exigencia de sus propios deseos. Carmen les observa desde la ventanilla del baño. Manuel se pregunta, por salud mental, si está dispuesto realmente a tocar al tipo que frente a él se asume socialdemócrata. Sus ojos entonces buscan a Carmen y se dirigen hacia la puerta del baño. Ella está ahí, observándoles cual vouyerista en su primera experiencia: morbosa, excitada, pero temerosa, no de ellos, de sí misma. ¿A dónde la piensa orillar Manuel, a dónde Jeromé?  ¿Es una puta? ¿Ella empezó esto, quien empezó, importa ahora que todos han sellado el pacto con el unísono “ya vámonos”?

Manuel la ve y cree ver una mirada de petición detrás del vidrio, cree que Carmen le reta, pero ha comprendido el porqué de esta empresa. Para Manuel, con esa mirada, Carmen le esta confiando sus deseos, lo ha hecho su cómplice. Y sí, cualquier cosa, hasta cojerse a un pendejo socialdemócrata deprimido con tal de lo que logre con Carmen sea eterna. Detrás del vidrio, a Carmen la embarga una inmensa incertidumbre y en intenso miedo que la hace mear tres veces y no sabe cómo parar. Jeromé, frente al vidrio oscuro de su cerveza, también se pregunta. ¿Por qué él? ¿Qué seguirá? ¿Puede haber amor en algo así? Se pregunta por las consecuencias sin haber hecho nada aún. Tocarlo a él, tocarla a ella ¿En que lo convierte? ¿Un  homosexual bastante puto, un bisexual no asumido, o un heterosexual muy pendejo? A Jeromé cuando el manjar se le pone enfrente, no come, pero tampoco deja comer, y se queda solo. Eso es él.

El edifico dicta 532 en la entrada, el departamento, el seis. En la esquina un súper 24 horas. Esperen un momento. (Carmen)  Condones, lubricante y píldoras del día después. No quiere a cometer una estupidez más. Suben, Manuel abre su departamento. ¿Qué quieren escuchar? (Manuel) Y in decir más Cést Si Bon se escucha en estero en la magnífica voz de Eartha Kitt.

Jeromé sin preguntar si puede abre un vino tinto Marqués de Cáceres. Sirve tres copas, la suya hasta el tope. “Calma, mi hermano, no son carreras”. (Manuel) Platican un poco sobre esto y aquello, pasa una hora y después, lo inevitable. La cama de Manuel ha quedado manchada de los tres, con el olor de los tres. Después de tres horas, los tres, ocupando todo el King Size, inmersos en su mundo, escuchan Assedic en la voz de Les Escross, Manuel recostado en su costado derecho mirando su ventana, sonríe. Cree ha triunfado.

Carmen, en medio, se siente ultrajadora de tumbas, de la suya y de la de ellos. Jeromé, recostado en su lado izquierdo, mirando fijamente la puerta del dormitorio, ansia escapar, sabe que no habrá nada más pues así se lo ha propuesto y en silencio se pone a llorar. Orfeo hace lo suyo y sumerge a los tres en un profundo sueño. Al amanecer, Jeromé no está. Ni una nota, ni un adiós, se desvanece en la nada como los mejores amantes. 

            Esto por supuesto a Manuel no le importa y al contrario lo agradece. No esperaba ver la cara a aquel a quien en la noche anterior le compartió alcohol, cama, cuerpo y novia. Carmen, se baña, Manuel le prepara pan francés. “¿Cómo estás nena?” (Manuel) “Sucia y pendeja” (Carmen) y sale del departamento.

I´ve got a crush on you …

Después de tres meses de no verle, Carmen busca a Manuel. Él se ha mudado del 532 y del piso seis. Un mes para cada quien y tres serían las veces que volvería a la estación, buscando encontrar quizá a alguno de los dos. Manuel ha dejado la ciudad. Cuando Carmen salió del departamento, Manuel entendió el enorme egoísmo que anidaba en ella. La primera vez que la volvió a ver fue en una fiesta de la Facultad de Química y hablaron por largo tiempo. Carmen le explicó que entendía el porqué de aquella noche, el porqué de Jeromé, pero a Manuel eso ya no le importaba.

“Neta wey, que la felicidad no es estar con alguien más. Me enseñaste a amar, Carmen, pero no puedo hacer feliz a quien no quiere serlo más que consigo misma. Ambos jodimos a Jeromé, nos jodimos todos.” (Manuel) Y se fue. Un 15 de septiembre, Carmen organizó una reunión de amistades en su casa, por supuesto estuvo Manuel con Camila, su nueva novia. Segunda vez y le rompió las esperanzas. Graduación de Manuel, todo un ecónomo, fiesta en casa de los padres de Manuel. “¿Sabes algo de Jeromé?” (Carmen) “O sea no, eso fue equis.” Y Carmen jamás lo volvió a ver.

             Años después Carmen entendió que Manuel era la persona perfecta para abrirse, para ser descubierta, donde ser predecible no implicaba intromisión o invasión. Sino complicidad. Años después Carmen se casaría con alguien a quien su mundo le era indiferente.

            Carmen vería por segunda y última vez a Jeromé. Acompañaba a su madre por el centro de la ciudad. “Quiero un cafecito de Los Azulejos.”(La madre) Dentro del lugar estaba Jeromé como siempre con un libro en mano, siempre bien parecido, siempre indiferente.

Como si le hubiesen gritado, volteó hacia la entrada. Sus miradas se cruzaron por largo tiempo, hasta que a ambas mujeres les asignaron mesa. Jeromé. Suspendido en el tiempo, recreó una  vez más, como lo hacía desde aquella noche, los olores, los movimientos, las caricias, las ganas. “Debo saludar a un amigo, mamá.” (Carmen)

            Carmen hizo una pausa antes de acercarse a la mesa de Jeromé, subió al baño para darse fuerzas y enfrentar el pasado. Con los dedos le hizo una señal de espera y le envió una sonrisa. Él contesto con la misma sonrisa, la cual sostuvo hasta que sus miradas dejaron de verse.

            Al regresar, Jeromé no estaba, en su lugar, una nota en la servilleta:

Hola Carmen. Veo que estas bien. Aquella mañana me fui esperando que contestaran mi nota. Tres veces volví a la estación y tres veces huí de ahí. Jamás regrese, ni pienso hacerlo. En ese tren, subió alguien que exigía del amor más de lo que el amor puede dar.

Esa noche me enamoré por primera y quizá, única vez. Verte ahora, comprenderás, no es algo fácil de asimilar. Es remembrar lo perdido y peor aún, lo que nunca se tuvo. Espero haber saciado su hambre, la mía de amor, la tuya de hermetismo, la de Manuel de complicidad. En ese tren se subieron tres hambrientos y en la gran comilona terminaron enfermos.

Ojalá ustedes, que yo no encuentro remedio para ello.
            Les llevó en mi memoria siempre.

          Jeromé.

Aquella mañana Manuel encontró la nota sobre el sofá, la leyó y destruyó antes de que Carmen pudiese leerla. Para Manuel, la nota lo llevaría por un camino que no podía seguir y no estaba dispuesto a que Carmen o él la siguieran. Mientras que Manuel lo dio todo al olvido, Jeromé lo conservó todo en el recuerdo y Carmen dejó todo en la nada.

I´ve got a crush on you en la estupenda voz de Steve Tyrell se escucha en el restaurante, mientras Carmen sale corriendo por los pasillos de la Casa de lo Azulejos hacia avenida Madero. Busca Jeromé con la mirada y lo ve a lo lejos, dejándolo perderse entre la muchedumbre.

Fue un acto piadoso.

El Barón Rampante
(Óscar G. Martínez)


sábado, 23 de enero de 2010

Rapto

Si de entrada, la rola es ENORME, el video esta increíble.


Gracias Tavo por toda esa pinche magia!!!



Rapto from Gustavo Cerati on Vimeo.

martes, 19 de enero de 2010

domingo, 17 de enero de 2010

Un dolor cantado...



La Teta Asustada (Claudia Llosa, 2009) es una cinta poderosa. Llosa recrea, literalmente un dolor que se lleva en las entrañas.


La cinta abre hermosamente con la pantalla en negro y de fondo un relato desgarrador cantado en quechua a manera de mantra sobre la violación y tortura que sufre la madre de Fausta, muy fuerte al espectador cuando descubrimos que es la misma madre quien entona su historia . Al amamantarla le transmite este trauma y su alma se va a la tierra. Fausta tiene el mal de la teta asustada.


Con la muerte de su madre, Fausta queda sola emocionalmente, llena de miedos y debe enfrentar la vida sin su referente, esto es un reto para la protagonista ya que se ha mimetizado con la madre y ha interiorizado físicamente el trauma y el dolor .





Si el Fausto de Goethe hizo un pacto con el diablo para ser eternamente joven, la Fausta de Llosa pacta con su madre el mantenerse incorrupta de cuerpo. Así es como Fausta materializa el dolor de su madre en una papa que introduce en su vagina, Fausta carga, literalmente, a su madre en el útero.


De esta manera, Llosa crea un retrato más que intimista, raya en lo ontológico del dolor y el ser propio de la cosmogonía quechua del Perú indígena, pueblo que fue subyugado por la dictadura peruana durante la década de los setenta y ochenta. Con este marco de referencia histórica, Llosa retrata a través de Fausta, el choque violento de identidades de un Perú que no termina por reconciliar rencores del pasado porque pesan y se llevan en el alma. 


Interesante fotografía, destacada actuación de Magaly Solier y la dirección de arte. Frase rescatable: Si el color rojo es el de la pasión, báñame con tu menstruación


La cinta fue galardonada con el Oso den Oro en el pasado Festival de Berlín, máximo galardón de tal certamen.


!A ver sin falta!






viernes, 15 de enero de 2010

El crimen y los sicarios.

Sin querer me topé con esta mamada que escribí hace un rato, pero la neta a mi me gusta, jajaja. ahí lo dejo para el despedazadero...

El crimen y los sicarios.

Oscar G. Martínez

Imagine la patética escena estimado lector: Estamos en un lugar mágico, lleno de claroscuros color ámbar y violeta. Pequeño, pero confortable. Todas las noches lo envuelve un halo sensual y triste: el jazz. Hoy, la musa es Nina Simone y canta Don´t explain. Está cantando Dios, afirma Carlos, pero nadie le sigue el comentario. La música nació por boca de mujer. Remata, pero es ignorado, aunque a decir verdad, Carlos habla para sus adentros.

Acérquese a las mesas 16 a 18 que ahora ocupan un grupo de “recién” egresados. Después de tres años de haber dejado la Universidad se reúnen, cada vez, con menor frecuencia. Algunos asisten por no dejar, unos mas, por la alegría de ver a todos reunidos de nuevo, algunos, por morbo y el resto, bueno, no había nada mejor programado en la agenda.

La noche ha trascurrido tranquila y amena, deliciosa. Varios han confirmado sus teorías sobre los demás: “Diego sigue igual de pendejo”, “¡No mames, cuánto ha cambiado Norma!, “El Carlos me sigue dando hueva” etc. Son las consignas de la noche que se dejan oír sólo cuando el susodicho (a) no esta presente. Ante todo, la diplomacia.

Las discusiones, como podrá haberse dando cuenta, son variopintas, desde la política de la  mierda hasta la mierda de la política. Sin embargo, alguien ya ha introducido el tema de lo social en cualquiera de sus modalidades. ¿Quién fue, pregunta usted? No tiene caso contestar, porque al fin y al cabo, en este ejercicio todos, sin excepción alguna, son unos expertos hijos de puta. Y cual Banquete de Platón, todos participan de él, partiéndose la madre como Dios manda.

¿Cuál es el secreto del matrimonio? ¿Cómo no dejarlo morir, o que no se convierta en rutina, carga, o en algo pesado, en elemento más de tu paisaje cotidiano? Pregunta Mauricio. A él en el fondo no le importa el matrimonio. Su ventaja es que conoce demasiado bien al resto y sabe que ha soltado un toro en un supermercado. Lo que a Mauricio le agrada, es ver como se despedazan los perros el pedazo de carne arrojado y eso, lo hace sentirse superior: El keepercomo dicta su nick en el msn.  

Quién responde es Diego, quien siempre se ha sido considerado como el tierno del grupo, el noble, el pendejo. Y es que es un niño con el eterno amor de Mamá y de Papá. No, no es único hijo, pero si el mejor, como deja claro la abuela todos los domingos de comida familiar. Diego, en el fondo, se cree esta versión de su persona y sabe que la sume. Es muy fácil vivir bien, explicó alguna vez  a Norma. Sólo tienes que asumirte como debes.

-Yo creo que la mujer con la que de ese paso, debe tener una vida propia, y sus propios secretos. De esa forma, la persona con la que viva, será interesante. El misterio es lo interesante por descubrir, aunque claro, creo que de pronto se me ocurre reconquistarla de nuevo, hacerle el amor como si fuera una colegiala, no sé, es cuestión de voluntad e imaginación, mi hermano.

Un pequeño silencio y podemos escuchar el coro de Once Upon a Summertime con Blossom Dearie

-Inevitablemente el matrimonio esta destinado a ser una carga. Afirma Mónica, quien odia toda forma institucional o socialmente consensuada porque simplemente la asfixia. Y en realidad, la asfixia. Se siente atada en un mundo de hipócritas formas de convivencia. Alguna vez intentó ir contra la regla y salió de compras, desnuda. Más tardó en hacerlo cuando dos finísimos policías la llevaron arrestada por “faltas a la moral”. ¿Qué de inmoral tiene el cuerpo de una mujer? Preguntó al Agente del Ministerio Público. Nada señorita, pero no puede andar por la calle, ya sabe, perturbando a la moral masculina.

Dos horas después, su madre, llena de regocijo, la sacaba de la Agencia del Ministerio Público. La Madre: A la nena, a la “muy ruda”, después de serminuciosamente cateada, de ser llevada al MP,  porque la pendeja  no sabía que cometió una falta cívica y no pidió ser llevada con un juez de lo cívico, y de ser admirada por todos lo cabrones y machorras de allí, la dejaron libre. ¿Y sabes por qué, amorcito? No, no sé, contesta el padre angustiado. Ahh, porque la muy cabrona, chille y chille, pedía por su papito y todos se reían de ella. No sabían por cuál, si por el que la trajo al mundo o con quien se vino en Mundo E. ¿Imaginaste amorcito, así a  tu nena?  Pinche nena, pendeja.

Desde aquel día Mónica ama y odia a su madre, con todo su corazón. Cual debe ser.

-Es un pinche convenio mierdero donde uno acepta compartir, casa, baño, cocina, pedos, broncas, babas, con otro al que no conoces del todo, pero es “amorosamente voluntario”. ¡Ni madres! seamos honestos: somos individualistas. El desmadre inicia cuando a nadie le cae, que la neta y en el fondo, no nos gusta compartir lo propio, por más que afirmes que te gustaría formar una vida con alguien más. Yo, nel, no me caso. Y si el wey me satisface o lo amo, lo mantengo siendo honesta y clara. 

Está diciendo esto mientras se escuchan los últimos acordes de That Old Feeling con Dorothy Dandrige.

-Pero ese es tu interés ¿Y si el quiere casarse contigo? Damián le pregunta a Mónica  y sin esperar su respuesta continúa: Pues a mi la neta si me latería tener una vieja de esposa, o sea, formar una familia. O sea, weyes, tiene un poco de razón lo que dice La Mona, pero también no nos late estar solos, ¿Qué no? La verdad, el matrimonio es un negocio: no me hagas esto que me caga, yo no hago esto que te caga, hacemos esto, no mejor aquello, vale, eso esta mejor. O sea, como la democracia por todos anhelada, pero practicada en lo chiquito, o sea, para vivir mejor, sin broncas y paz. Yo mantendría mi matrimonio de esa forma, así, hablando, llegando a un acuerdo, es lo más chido, creo.

Nadie sigue lo expuesto por Damián, pues en fondo lo que dice es lo ideal. Damián es, efectivamente un pitufo. Vive en una burbuja azul y rosa, comúnmente conocida como BMW, vive entre un chingo de hongos alucinantes también conocidos como Tecamachalco. Su mundo, Carlos lo describe mejor: para  ese wey la vida es fácil, porque nunca se partirá la madre por ella. Para él, la democracia es el consenso de lo que su dinero le puede traer.

Como si el mundo conspirara a favor de Damián, termina su intervención y un breve silencio les hace ver que están escuchando Dream of Life con Carmen McRae. Excelente canción.

Lo ideal como explica Platón, (al cual ya leyeron todos en la mesa, excepto Damián porque en la Ibero, la carrera de Economía no requiere de Platón, ¿Cómo pa´que? Platón no aplica…naaada que ver) pertenece al mundo de las ideas, allí donde los valores son perfectos, catalizadores, como ideal esta muy bien en ese mundo, pero con solo echarlo a operar en el mundo de lo tangible, se vuelve imperfecto, se corrompe.

-En el fondo, coincido con Mónica. Habla Norma, quien rara vez participa de estas pláticas porque le parecen demasiado aburridas. Norma, roba cámara cuando se trata de hombres, de fiestas, de desmadres, de viajes. Ese es su mundo y rara vez admite entrar a otros en el. Sólo lo presume, y a su vez, rara vez ella interviene en otros mundos que no le atañen o que no le interesan. Es un pacto que ha establecido con el resto, y un pacto con alguien tan claro en sus condiciones, se respeta.

 -Ese tedio que los casados viven no es más que el resentimiento que se tienen así mismos por no haberse atrevido a decir NO. No, porque yo quiero disfrutar lo mío, tener lo mío, oler sólo mis pedos y no los tuyos, comer mi comida. Al final, el matrimonio es la resulta de no aventurarse estar solo, pero a un alto precio: la pérdida de tu individualidad por un falso nosotros. Ningún hombre soporta una mujer autosuficiente y con mi puta suerte, seguro yo me caso con un codependiente. ¿Qué mejor manera de mantener un matrimonio, no les parece?

 Y una sonora carajada general se deja escuchar en la mesa.

-Pues la neta, a mi si me gustaría casarme, claro que para eso me iría a España. Juls, responde en vida real a Julissa Mendoza, es lesbiana y todos en la mesa al menos lo saben. Siendo un grupo de universitarios tienen que demostrar que son tolerantes, abiertos y plurales. Ya sea por convicción o sólo por pose, Jules, siendo una de esa fauna, es más que oportuna y conveniente. Jules anda por la vida en un enorme closet, su madre, Doña Manifiesto, si se enterase de su desviación, la mata. Literal.

Para Doña Manifiesto, esas son anormalidades, aunque alguna vez haya visto a Julissa husmeando allá abajo a su prima, “no pasa nada, porque es entre viejas”.

-Pero Jules, no tienes dinero ¿Cómo le vas a hacer? Pregunta el siempre oportuno Damián quien sí acepta a Jules por convicción. Con una seguridad muy estúpida, hace esa pregunta porque realmente cree que Jules cometerá lo que ha dicho, a la mañana siguiente. En su mundo, si quisiera, él podría casarse mañana mismo con la niña de los Corchera, a quien conoció en Vallarta. 

-No imbécil, obvio no lo haré mañana, ni pasado mañana. Algún día,  continua Jules, lo que quiero decir es que yo si veo al matrimonio no como mi proyecto de vida, sino como parte de el. Yo pienso, que todo lo que logre en la vida debe ser compartido con alguien a quien ame, que se sienta orgullosa de mí, y me ayude a seguir, ir creciendo juntas.  Ahora yo creo, que no puedes evitar lo inminente. Sí me casó y veo que todo esta jodido, mejor dejarla ir. Claro que también veo que es una responsabilidad, pero si aquí estamos hablando de lo que cada quien haría para no dejar morir el amor en el matrimonio, pues yo siendo coherente, sería responsable y honesta con ese sentimiento y con mi pareja. Y con ello quiero decir, siempre estar al pendiente de lo que ella necesita y de lo que yo quiero.

-¡Entonces me das la razón! El matrimonio es un negocio muy fino porque implica los sentimientos de otra persona. Le debate Damián. Como verá, estimado lector, es muy fuerte interés de Damián por lo que opine Julissa. Y es que la ama. Y esto todos en la mesa lo saben, excepto claro, la propia Juls. La ama porque es perfecta: es lesbiana, está buena, es femenina, es sensible, la entiende y ella también lo entiende. Se dará cuenta que Damián debe reprimir ese sentimiento porque Juls jamás cabrá en el mundo de Damián. Es lesbiana y pobre. No puede tener una suegra que se llame Manifiesto, que viva en la Escandon y una esposa que probablemente lo engañará con la chacha. Juls por su lado, cree que la chica pelirroja que tiene a lado es la mejor novia que ha tenido.

Todos discuten el punto de que Juls, lo cual desata la envidia y leve furia de Mauricio, porque toda la discusión se torna en lo que dijo Juls, ya han olvidado quien hizo la pregunta, han olvidado su papel en la mesa. ¿Es la fuerza de las minorías o el desmedido interés de los pequeños burgueses en desbocarse en conocimientos y posturas entorno a ellos? Cada quien, siguiendo a Diego, asumiendo lo que debe asumir, lo sabe.

-¿Y tu wey, que pedo, que opinas? Pregunta La Mona a Carlos, quien hasta este momento ha estado distante de toda la discusión. Carlos se debate el Cómo continuar al compás de las piezas de jazz. Pareciera que cada una le da la respuesta, pero sólo lo entierran en una infinita tristeza.

La Mona le ha preguntado a Carlos y todos esperan su respuesta, no porque sea la respuesta, sino porque durante toda la velada, como ya se habrá percatado lector, él se ha mantenido distante y su opinión es considerada para no dejar de incluirlo. Aunque todos admiten reconocerlo como “un wey muy inteligente”, a veces siente esa inclusión, forzada. Carlos sabe que su opinión sobre el matrimonio está de más porque ha dejado en claro que aunque es puto, jamás se casará, no lo ve necesario. Además, sabe que su opinión no cuenta de facto, porque el matrimonio como sacramento católico y como tradición social,  lo excluye. Y esa idea vive interna y latente aún en lo más universitarios. Simplemente su opinión a favor o en contra esta devaluada.

En su lugar, su novio Emilio, interviene: Yo creo que el matrimonio se mantiene en la confianza. Si amas realmente  alguien, le darás el espacio de confort, de confianza para sentirse seguro. Yo creo que un matrimonio se mantiene mientras seas leal. ¿No lo crees así, Carlos?

Lo que diga Carlos durará exactamente los 2:48 que dura Cry me a River con Dinah Washington. No se lo ha propuesto así, el mundo ha conspirado para que en 2:48 minutos su infinita tristeza sea expresada, más no exorcizada. Y por primera vez, quizá, ser comprendido por aquello a quienes considera su familia.

Carlos con la mirada fija en el escenario pero con la mente en un lugar lejano, contesta: No. No creo eso. Sólo sé que si estuviera con él, le daría flores todos los días, iríamos al cine cada miércoles, nos embriagaríamos cada viernes y pelearíamos dos o tres veces por semana…. Le haría birria cada jueves y nos iríamos de viaje cada puente, en vacaciones. Iríamos al súper los sábados, lo vería jugar ajedrez todos los domingos… Le haría el amor todas las noches y le diría Te amo, cada décimo del mes.

La música ha terminado, y ahora un silencio más prolongado enmudece a todos. Carlos, a punto de llanto, levanta la mirada del escenario y lento pero conciso, dirigiéndose a Emilio, termina diciéndole: Pero no eres tú, jamás podrás ser tú.

Una lágrima rueda por la mejilla izquierda de Carlos, no por el dolor que le está causando a Emilio. El llanto es porque eso no se lo puede decir a él.
Se lo dice a la nada, a todos, a si mismo. Se lo dice al jazz.