domingo, 7 de agosto de 2011

Super (MEGA) 8


SUPER 8. DIR: J.J. ABRAMS. USA/2011

Es el verano de 1979 en un pequeño pueblo de Ohio. Un grupo de adolescentes filma una película amateur de zombies en una estación de tren. A mitad del ensayo previo al rodaje, el tren se aproxima. Es la mejor oportunidad que los chicos tendrán para darle valores de producción a la escena. Corre cámara. El tren se descarrila en un misterioso accidente y ellos son los únicos testigos. En los días siguientes, algo cambia en el pueblo. Una criatura anda suelta, los perros desaparecen, las personas desaparecen, el ejército aparece y la respuesta podría encontrarse en la película de ocho milímetros que usaron en la escena del tren.

Es una lástima que gran parte de la discusión en torno a Super 8 consista en señalarla como un tributo a Steven Spielberg.

Es evidente; la última cinta de J.J. Abrams es una colaboración con Spielberg. Ambos directores se conocen desde los ochenta y el que Abrams evoque algo del autor de E.T. no es mero ardid. Por encima de Spielberg, Super 8 es una declaración de amor a un espíritu de hacer cine completamente extinto.

Además de la presente simbología de Spielberg (con los chicos, las bicicletas y el score de Michael Giacchino a la John Williams), lo que realmente vale la pena observar en el estilo de Abrams son dos aspectos descontinuados en la producción en serie del cine veraniego-comercial: su delicada emotividad y su virtud narrativa.

Super 8 abre con una lección de narrativa de veinticuatro kilates: Una fábrica en la que se actualiza un anuncio de seguridad que cuenta los días transcurridos desde el último accidente. Un empleado cambia la cifra de 748 a 1. El último y más reciente accidente es el que le quitó la vida la madre Joe Lamb, protagonista de la historia. Una tragedia comunicada en un elocuente matiz.

El luto de Joe (un encantador Joel Courtney) y la relación con sus amigos del crew de filmación irán conectándose con el ente que amenaza al pueblo hasta mostrarnos que algo tienen en común.

Por mucho que esta cinta me conquistó, su imperfección es notable como una cicatriz. El mayor y único error está en el guión: la trama de los chicos es simplemente preciosa, demasiado bien contada para servir a una “monster movie” y su elenco de jóvenes actores es especial, rebasa el perfil de la pandilla que huye despavorida de una criatura.

Salvo Elle Fanning (quien aquí terminará por enamorar a los que aún no sabían por qué es la “it girl”), todos fueron audicionados muy lejos de las capitales de niños actores y su “virginidad hollywoodezca” da un toque único. Joe Lamb y sus amigos no son una subtrama. Sus vidas y los destinos a los que serán llamados son una película que quisiéramos ver completa.

Cada corte al relato del monstruo acechante se siente drástico, como un mash up de dos guiones diferentes. Ese combo de sci-fi y drama fue mejor resuelto por Abrams en Lost con el recurso del flashback. Aquella transición del pasado al presente hacía más llevadera la mezcla de géneros.

Es comprensible porqué Super 8 tuvo un éxito discreto. En ciertos niveles, está desconectada del cine de esta época. Su marketing nunca fue tan agresivo y en momentos clave de su historia suceden cosas que sólo ocurrirían en una cinta de antaño, cuando los héroes no eran irónicos o precoces.

Noten cuando Joel rescata a Alice y el diálogo que asumen sus cuerpos es un fuerte abrazo y no un beso. O cómo Joel le explica a Alice su técnica para lograr cierta textura cuando hace modelos de trenes. Esto es cine old fashion y, como tal, no tendrá resonancia en nuestra era.

Como premisa Super 8 puede recordar a otras cintas; la ejecución y sensibilidad de Abrams no tiene par. Es uno de los mejores narradores del cine actual. 

El final, deshabrido si quieren, es decir a la Spielberg es la cuota de J.J. Abrams tuvo que pagar por el financiamiento.

Oscareable? Deberia.

Midnight In Paris


MIDNIGHT IN PARIS. DIR. WOODY ALLEN. USA/FRANCIA. 2011

Un guionista estadounidense de éxito y aspirante a novelista que, durante unas aburridas vacaciones en París, cruza cada noche el tiempo para encontrarse en los años veinte del siglo pasado con sus ídolos literarios y artísticos, escuchar sus consejos, irse de farra e incluso enamorarse.

La clave del asunto surge más o menos a la media hora de metraje, cuando en un brote de genio Allen nos introduce en un túnel tan cómico como trascendente. Un recurso semejante a las entradas y salidas de la pantalla en La rosa púrpura del Cairo (1985), cuya efectividad en Midnight in Paris es casi mayor al no ir acompañado de la menor grandilocuencia de estilo, tanto formal como narrativo.

En los últimos años, el cine de Woody Allen puede que se haya hecho más deshilvanado, pero, a cambio, en cierto sentido, se ha hecho más joven, más inconsciente, más sencillo (a veces también simple, por qué no asumirlo). Y buena parte de la gracia de los saltos temporales es que surgen sin el menor boato y acaban con la mayor naturalidad: con unas elipsis que, de puro discretas, resultan sencillamente brillantes.

Expuesta la idea, Allen tira del hilo desde una triple vertiente. Y las tres resultan extraordinarias. La primera, la cómica, en la que el autor neoyorquino deja para la posteridad un puñado de frases sublimes y en la que destacan las desternillantes presencias de Hemingway ("¿alguien quiere darse de golpes conmigo?") y Dalí ("¡ri-no-ce-ron-tes!"). 

La segunda, la romántica, donde de nuevo la espontaneidad de un paseo bajo la lluvia y lo aún por experimentar enlazan con una visión del amor casi rohmeriana, muy de la nouvelle vague, precisamente donde da la impresión de querer dirigirse Allen con su actual concepción del acto de hacer cine. Y tercera, la relevancia de su discurso sobre la nostalgia como auténtica pérdida de tiempo, ejemplificada en otro maravilloso gag con Toulouse-Lautrec, Degas y Gauguin como protagonistas.

El mérito de Luis Buñuel con su película El ángel exterminador es que se le ocurriera una premisa tan original y desconcertante para mostrar una teoría sobre el ser humano, pero también que la expusiese con tal sobriedad y naturalidad. Logra que el espectador no se pregunte nunca: "¿Y por qué no pueden salir de la habitación?". Con la desmitificadora Midnight in Paris, y con su chiste maestro acerca de la película de Buñuel inmerso en ella, Allen está repitiendo la jugada: es la sencillez del genio.

Cars 2, The Beaver, The Tempest, También la Lluvia.


Secuela de la exitosa Cars. No hay que decir mucho, salvo que se trata casi casi del spin-off de Mate. Divertida, hasta ahi. Digamos que es un resbalón de Pixar. Eso si, los carritos en anime son la onda!!


DIR. JULIE TAYMOR. USA/2011

La directora de Frida y Titus, trae de nuevo una adaptación de Shakespeare. Salvo el concepto, los fectos, el diseño de arte, que de verdad son espectaculares, la cinta nomas no cuaja. Helen Mirren Bien.



DIR. ICÍAN BOLLAÍN. ESP/2011

Cinta con dos de histriones del cine latino: Gael García y Luis Tosar. La cinta es muy buena en terninos de contruccion de la narración que de pronto, la película que se esta filmando dentro de la misma cinta, resulta ser un refleho casi tácito de la conquista española.  Destaca Tosar, que claro se come a Bernal. 


DIR. JODIE FOSTER. USA/2011

Jodie Foster no sólo se ha ganado respeto como actriz, también lo ha logrado como directora. Sus sintas siempre tocan ciertos tópicos incómodos ya sean dentro de una familia (Feriados en Familia) o muy interiores, como lo es The Beaver, una cinta muy bien dirigida, donde Mel Gibson destaca por dar una de las mejores actuaciones de su carrera, al interpretar a un hombre decepcionado de su vida, decepcionado de sí hasta el borde de la depresión que lo atomiza en su interior.  Es una cinta culera, dura, que ataca en la yugular y cuestiona ciertos patrones sociales. Dura, de ninguna manera es una comedia... o si, si lo es para quienes tenemos cierta ironía. A ver si falta!