sábado, 30 de octubre de 2010

El Negro se pone Biutiful


Biutiful, es la cuarta película, sin guión de Arriaga (The Burning Plain), que se basa en una idea del propio director.
Protagonizada por un ENORME Javier Bardem, narra el declive emocional y físico de Uxbal, un amoroso padre, un lejano amante, un bondadoso tratante de personas, un facilitador de piratería,  paria de una Barcelona sin la belleza Gaudí, con un mar que escupe migrantes, una ciudad donde los relatos de los "otros" chinos o africanos, no logran un discurso común con la ciudad y su gente.

En este marco de incertidumbre y violencia cultural, Uxbal debe lidiar con un don: acompañar a los muertos. Cual paradoja, Uxbal da aliento y confort a quien parte al otro mundo, es emisario del último mensaje del fallecido, sin embargo Uxbal no tiene quien le siga.

Iñárritu ha creado una cinta extremadamente larga, que en su prólogo trata como imbécil al espectador, es tanto su afán en  la introducción de los personajes, del contexto social y de la ciudad misma,  que a la mera hora  nos viene valiendo madres. Después de 40 minutos, la cinta hace un closeup al protagonista, que efectivamente se vuelve un retrato muy íntimo. 

A diferencia de las anteriores cintas de este director, la película es líneal, no hay flashbacks, o historias parelas que se entrelacen. Desde un principio se exponen las historias alternas que enmarcan el devnir del protagonista y que a la vez lo determinan, pero al final el ensamble no embona. Son varios los cuentos por resolver, que al hacerlo resultan obvios, predecibles. Cuaja si, la historia de Uxbal con sus hijos, en particular con el pequeño, y es aquí donde efectivemte la historia se vuelve biutiful. 

La construcción narrativa que Inárriti "platica" al espectador, esta tan intensa, que se vuelve dura, innevitable, hermosa, pero cruel, como la vida misma.

Bien lograda, bien dirigida, pero es el exceso de los clichés propios del género, la carga innecesria de simbolismos la vuelven pretenciosa, inclusive la fotografia de grano de Rodrigo Prieto se vuelve incómoda, forzada, es más, resuta muy obvia. Son todos esos recursos técnicos y visuales, lo que tiran la cinta. Sin lo anterior y 1 hora menos, pudo ser un gran trabajo del mexicano.

Ojo a dos escenas, el pequeño Mateo con su sabana orinada, y la escena de Uxbal, el anillo y su hija. Por eso, vale la pena. 

1 comentario:

Juan dijo...

coincidimos, ¿ya leíste lo que puse yo?

pero de que vale la pena checarla, lo vale muchisimo, ¿no crees?

el exceso de simbolismos tambiénlo había interpretado como prepotencia, pero creo que fue más inseguridad de su capacidad propia paara transmitir el mensaje

¿checaste la escena del espejo en la calle? poca madre!